El que no confiesa la comunidad de la esencia en la Divinidad cae en el politeísmo; la naturaleza del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo es una e idéntica. Sin embargo, en la Divinidad una, la identidad de la naturaleza está diversificada en tres Hipóstasis, de tal manera que la individualidad de las Personas se encuentra en una esencia, y la única Divinidad se reconoce en tres Hipóstasis perfectas. (Epístola II, 10)
El Padre existe y posee el ser perfecto, raíz y fuente del Hijo y del Espíritu Santo. El Hijo existe, en plenitud de divinidad, Verbo viviente e Hijo sin defecto del Padre. El Espíritu es también pleno, perfecto y completo, considerado en Sí mismo. (Homilía 24, Contra los Sabelianos, 4)
Es imposible ver la Imagen del Dios invisible, salvo en la iluminación del Espíritu. Quien fija los ojos en la Imagen no puede separar de ella la luz, pues lo que causa la visión es visto necesariamente con lo que se ve. Así, propiamente hablando, por la iluminación del Espíritu, discernimos el esplendor de la gloria de Dios (el Hijo: Hb 1:3), y por la Impronta (el Hijo) somos conducidos a la gloria de Aquél (el Padre) a quien pertenecen la Impronta y el sello de la misma forma (el Espíritu Santo) (Sobre el Espíritu Santo, 26)
Es imposible ver la Imagen del Dios invisible, salvo en la iluminación del Espíritu. Quien fija los ojos en la Imagen no puede separar de ella la luz, pues lo que causa la visión es visto necesariamente con lo que se ve. Así, propiamente hablando, por la iluminación del Espíritu, discernimos el esplendor de la gloria de Dios (el Hijo: Hb 1:3), y por la Impronta (el Hijo) somos conducidos a la gloria de Aquél (el Padre) a quien pertenecen la Impronta y el sello de la misma forma (el Espíritu Santo) (Sobre el Espíritu Santo, 26)
San Gregorio Nazianceno.
Desde el día en que renuncié a las cosas de este mundo para consagrar mi alma a las contemplaciones luminosas y celestiales, cuando la Inteligencia suprema me raptó de aquí abajo para ponerme lejos de todo lo carnal, para encerrarme en el secreto del tabernáculo celestial; desde ese día, mis ojos quedaron deslumbrados por la luz de la Trinidad cuyo brillo supera todo lo que el pensamiento podía presentar a mi alma. Pues desde su trono sublime, la Trinidad derrama su esplendor inefable, común a los Tres. Ella es el principio de todo lo que se encuentra aquí abajo, separado de las cosas supremas por el tiempo... Desde ese día estoy muerto para el mundo, y el mundo está muerto para mí. (Poemas sobre sí mismo, I)
Desde el día en que renuncié a las cosas de este mundo para consagrar mi alma a las contemplaciones luminosas y celestiales, cuando la Inteligencia suprema me raptó de aquí abajo para ponerme lejos de todo lo carnal, para encerrarme en el secreto del tabernáculo celestial; desde ese día, mis ojos quedaron deslumbrados por la luz de la Trinidad cuyo brillo supera todo lo que el pensamiento podía presentar a mi alma. Pues desde su trono sublime, la Trinidad derrama su esplendor inefable, común a los Tres. Ella es el principio de todo lo que se encuentra aquí abajo, separado de las cosas supremas por el tiempo... Desde ese día estoy muerto para el mundo, y el mundo está muerto para mí. (Poemas sobre sí mismo, I)
Tan pronto comienzo a pensar en la Unidad, la Trinidad me baña con su esplendor. Tan pronto comienzo a pensar en la Trinidad, la Unidad me vuelve a impresionar. Cuando uno de los Tres se me presenta, a tal punto quedan mis ojos deslumbrados, que pienso que es el todo. Y lo demás se me escapa, pues en mi espíritu demasiado limitado para comprender a uno solo, ya no queda ningún lugar par lo demás. Cuando uno a los Tres en un mismo pensamiento, veo Una sola antorcha, sin poder dividir o analizar la luz unificada. (Sobre el Santo Bautismo, Oración 40º, Nº 41)
La monada se pone en movimiento en virtud de Su riqueza; la díada es franqueada, pues la Divinidad está por encima de la materia y de la forma; la tríada vuelve a cerrarse en la perfección, pues Ella es la primera que franquea la composición de la díada. Es así como la Divinidad no se queda en límites estrechos, ni se derrama indefinidamente. Una cosa sería sin honor, y la otra, contraria al orden; una, puramente judaica, la otra, helénica y politeísta. (Sobre la Paz, Oración 23º, 8 y 10)
Cuando nombro a Dios, nombro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No es que yo suponga una divinidad difusa (eso sería volver a la confusión de los falsos dioses); no es que yo suponga a la divinidad condensada en uno solo (eso sería empobrecerla) Es que no quiero ni judaizar a causa de la monarquía divina, ni helenizar a causa de la abundancia divina. (Sobre la Santa Pascua, Oración 45º, Nº 4)
Cuando hablo de Dios, debéis sentiros bañados en una sola luz y en tres luces. Digo tres como caracteres propios o como Hipóstasis o como Personas (no discutamos sobre las palabras, siempre que las sílabas tengan el mismo sentido) Digo una como esencia, es decir, como Divinidad. Pues allí hay división indivisa, conjunción con distinción. Uno solo en los Tres, es la Divinidad. Los Tres, Uno solo; quiero decir los Tres en lo que es la divinidad, o, para hablar más exactamente, que son la Divinidad. (Sobre la Santa Luz, Oración 39º, Nº 2)
No ser engendrado, ser engendrado, proceder, caracterizan al Padre, al Hijo y al que se llama Espíritu Santo, para proteger la distinción de las tres Hipóstasis en la Única naturaleza y majestad de la Divinidad. Pues el Hijo no es el Padre, puesto que sólo hay un Padre, pero es lo que es el Padre. El Espíritu Santo, aunque procede de Dios, no es el Hijo, puesto que sólo hay un Hijo único, pero es lo que es el Hijo. Los Tres son Uno en Divinidad y el Uno es Tres en Personas. (Oración 31º, Nº 9)
¿Preguntas qué es la procesión del Espíritu Santo? Dime antes qué es la inasequibilidad del Padre; entonces, a mi vez, trataré como fisiólogo la generación del Hijo y la procesión del Espíritu. De esta manera, los dos juntos quedaremos igualmente presos de la locura, por haber mirado astutamente los misterios de Dios. (Oración 31º, Nº 8)
¿Oyes que hay generación? No busques con curiosidad cómo. ¿Oyes que el Espíritu procede del Padre? No te fatigues en buscar el cómo. (Oración 20º, Nº 2)
Según mi juicio, se protege a un solo Dios poniendo en relación al Hijo y al Espíritu con un solo Principio, sin componerlos ni confundirlos y afirmando la identidad de sustancia y lo que llamaré el Único y mismo movimiento y voluntad de la Divinidad. (Oración 20º, Nº 7)
Para nosotros hay un solo Dios puesto que hay una sola Divinidad, y que los que proceden se refieren al Uno del que proceden, siendo al mismo tiempo Tres, según la fe... Así, cuando nosotros contemplamos a la Divinidad, la causa primera, la monarquía, el Uno se nos aparece; y cuando apuntamos a aquéllos en los que la Divinidad es y que proceden del Principio primero con la misma eternidad y gloria, adoramos a los Tres. (Oración 31º, Nº 14)
La naturaleza única en los Tres, es Dios; en cuanto a la unidad, es el Padre, de quien los otros proceden y hacia Quien vuelven sin confundirse, co-existiendo con Él sin estar separados por el tiempo, por la voluntad o por el poder. (Oración 42º)
Me hubiera gustado exaltar al Padre como al más grande, pues de Él los iguales obtienen su igualdad y, al mismo tiempo, su ser... pero temo, sin embargo, hacer del Principio un principio de inferiores y así ofenderlo al querer exaltarlo, pues la gloria del Principio no consiste en rebajar a los que de Él proceden... Divinidad, sin grado superior que eleva o grado inferior que rebaja, de todos modos igual, de todos modos la misma, como en el cielo belleza y grandeza son todo uno. Es la infinita con-naturalidad de Tres infinitos. Cada uno, considerado en Sí mismo, enteramente Dios, tanto el Hijo como el Padre, tanto el Espíritu Santo como el Hijo; pero cada uno conserva su carácter personal. Dios, los Tres considerados juntos. Cada uno es Dios a causa de la consubstancialidad, los Tres son Dios a causa de la monarquía. (Sobre el Santo Bautismo, Oración 40º, Nº 43 y 41)
El Hijo posee todo lo que posee el Padre, salvo la facultad de ser causa, y todo lo que posee el Hijo, el Espíritu lo posee también, salvo la facultad de ser Hijo. (Oración 34º, 10)
El Padre es la unión de la que provienen y a la que van los Otros. (Oración 32º, 15)
San Gregorio de Nisa.
Del Padre procede el Hijo por quien son todas las cosas y con quien el Espíritu Santo es siempre e inseparablemente conocido, pues no se puede pensar en el Hijo sin estar iluminado por el Espíritu. Así, por una parte, el Espíritu Santo, fuente de todos los bienes distribuidos a las criaturas, está unido al Hijo con el que está inseparablemente concebido; por su parte, Su ser está suspendido del Padre de quien procede. Por consiguiente, la noción característica de su propiedad personal es ser manifestado después del Hijo y con Él, y subsistir procediendo del Padre. En cuanto al Hijo que manifiesta por Sí mismo y consigo mismo al Espíritu que procede del Padre, sólo Él brilla con luz inalcanzable como Hijo unigénito. Esa es su noción propia, la que lo distingue del Padre y del Espíritu Santo y lo designa personalmente. En cuanto al Dios supremo, la noción eminente de su Hipóstasis es que sólo Él es Padre y que no procede de ningún principio: por esta característica es designado personalmente...
Del Padre procede el Hijo por quien son todas las cosas y con quien el Espíritu Santo es siempre e inseparablemente conocido, pues no se puede pensar en el Hijo sin estar iluminado por el Espíritu. Así, por una parte, el Espíritu Santo, fuente de todos los bienes distribuidos a las criaturas, está unido al Hijo con el que está inseparablemente concebido; por su parte, Su ser está suspendido del Padre de quien procede. Por consiguiente, la noción característica de su propiedad personal es ser manifestado después del Hijo y con Él, y subsistir procediendo del Padre. En cuanto al Hijo que manifiesta por Sí mismo y consigo mismo al Espíritu que procede del Padre, sólo Él brilla con luz inalcanzable como Hijo unigénito. Esa es su noción propia, la que lo distingue del Padre y del Espíritu Santo y lo designa personalmente. En cuanto al Dios supremo, la noción eminente de su Hipóstasis es que sólo Él es Padre y que no procede de ningún principio: por esta característica es designado personalmente...
Así como al observar en un espejo puro el reflejo de la forma que en él se produjo, se tiene un conocimiento exacto del rostro allí representado, asimismo, si se conoce al Hijo, se recibe en el corazón la marca de la Hipóstasis Paterna, por el conocimiento del Hijo. En efecto, todo lo que pertenece al Padre es visto en el Hijo, y todo lo que pertenece al Hijo, pertenece al Padre, puesto que el Hijo permanece enteramente en el Padre, y a su vez tiene al Padre, enteramente, en Él. Por eso la Hipóstasis del Hijo es como la forma y el rostro del conocimiento perfecto del Padre, y la Hipóstasis del Padre es perfectamente conocida en la forma del Hijo, aunque las particularidades que en ellos se consideran se mantienen para establecer una distinción clara entre las Hipóstasis. (Epístola 38)
Único es Dios Padre, dueño de la Antigua y de la Nueva Alianza; Único es el Salvador Jesucristo, profetizado en la Antigua y venido en la Nueva; Único también es el Espíritu Santo, que, por los profetas, fue el heraldo del Cristo, que descendió después de la venida del Cristo y lo mostró a los hombres.
Que nadie, pues, separe la Antigua Alianza de la Nueva; que nadie pretenda que el Espíritu es diferente aquí o allí, pues eso es contrariar al Espíritu Santo mismo, al que se honra con el Padre y el Hijo y a quien se engloba en la Santa Trinidad cuando se da el santo bautismo. En efecto, el Hijo Único de Dios dijo claramente a los apóstoles: Id, haced discípulas a las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Nuestra esperanza reside en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No proclamamos tres dioses, sino que proclamamos, con el Espíritu Santo, por el Hijo Único, un solo Dios. La fe es indivisible, la piedad sin falla posible. No separamos la Santa Trinidad, ni la confundimos. (16º Catequesis, 3-4)
El Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, da todas las gracias. No son unos los dones gratuitos del Padre, y otros los del Hijo, y otros los del Espíritu Santo; pues no hay más que Una salvación, Una sola potencia, una sola fe. Un solo Dios, el Padre; un solo Señor, su Hijo único; un solo Espíritu Santo, el Paráclito. (16º Catequesis, 24)
Del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo (Epiclesis), ya no es un pan cualquiera, sino el Cuerpo del Cristo, así este Santo Crisma, después de la invocación, ha dejado de ser un aceite común, para ser don gracioso del Cristo y del Espíritu Santo, así la Divinidad, por su presencia, lo hace eficaz. Así es el Crisma con el que se te hace la crismación sobre la frente y también sobre los diversos órganos de los sentidos. Mientras el cuerpo es ungido por un bálsamo visible, el alma es santificada por el Espíritu Santo y vivificada. (21º Catequesis, 3)
Después de habernos santificado con esos cantos espirituales, suplicamos al Dios de misericordia que envíe el Espíritu Santo sobre las ofrendas dispuestas ante nosotros para que transforme el pan en el Cuerpo del Cristo y el vino en la Sangre del Cristo. Lo que ha sido tocado por el Espíritu Santo es en efecto totalmente santificado y transformado. (23º Catequesis, 7)
Tres elementos pertenecen a Dios: la esencia, la energía y la tríada de las divinas Hipóstasis. (PG 151, 1173B)
Los apelativos propios de las Hipóstasis divinas son comunes a las energías, mientras que los apelativos comunes a las Hipóstasis son particulares de cada una de las energías divinas. Así, la vida es un apelativo común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero la presciencia no es llamada vida, como tampoco lo son la simplicidad ni la inmutabilidad, ni ninguna otra energía. Cada una de estas realidades que hemos enumerado pertenecen al mismo tiempo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero sólo pertenecen a una Única energía, y no a todas; de hecho, cada realidad sólo tiene una significación. A la inversa, Padre es el apelativo propio de una Única Hipóstasis, pero Se manifiesta en todas las energías... Lo mismo ocurre con los apelativos Hijo y Espíritu Santo. Así, puesto que Dios en su integralidad se Encarnó íntegramente, de manera inmutable, unió al Todo de Sí mismo, la naturaleza divina, con todas sus potencias y energías en una de las Hipóstasis divinas. De la misma manera, por cada una de sus energías, participamos en el todo de Dios... Padre, Hijo y Espíritu Santo. (Contra Akindynos, V, 27)
El Espíritu del Logos es un indecible amor del Padre por el mismo Logos que Él engendra de manera indecible; y el Verbo, Hijo bienamado, devuelve este amor al Padre, pero en la medida en que proceden juntos del Padre y en la medida en que este amor reposa sobre él consubstancialmente... Así, el Espíritu es el gozo eterno del Padre y del Hijo, en el que los Tres se complacen. Este gozo es enviado por los dos a los que son dignos de él... pero procede sólo del Padre para existir. (PG 150, 1144-1145)
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