MENSAJE DE SSS BARTOLOMÉ I
CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL MEDIO AMBIENTE
Constantinopla, 05 de junio de 2008
El día de hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, es una singular oportunidad para que el conjunto de la humanidad, cada ciudadano del mundo personalmente, la sociedad en su conjunto, la comunidad empresarial y, ciertamente los líderes religiosos y políticos, meditemos las inmensas ya dimensiones de la crisis ambiental. Ha llegado el momento para la revisión profunda de nuestra forma de pensar y de actuar en este mundo singular que Dios Omnipotente legó a la humanidad con el mandato de “trabajar y guardar”. La humanidad ya no se basta en extraer las materias necesarias para la vida y los beneficios de mundo natural, a fin de mantenerse en su integridad la posibilidad de regeneración de los ecosistemas naturales y el enriquecimiento de los recursos naturales. La humanidad ha, lamentablemente superado hace mucho el mandamiento divino de cuidar la creación. Los resultados de este comportamiento imprudente y avaro los vivenciamos hoy, observando como espectadores sin voluntad las consecuencias de cambio climático catastrófico, la contaminación de las aguas interiores y marítimas, la pesca excesiva, la pérdida de la biodiversidad, la desertización de los suelos, la destrucción de los bosques presas de incendios mortíferos y muchas más derivaciones de esta crisis ambiental inusitada. Nuestro Patriarcado que simbólicamente festeja como Día de la Creación el 1° de Septiembre, que es el día inaugural del Año Eclesiástico, hoy une su voz a las personas y a las instituciones sensibilizadas en las cuestiones ambientales y de todas partes del mundo, sin reparar en su pensamiento religioso o político. Hagamos, queridos hermanos e hijos en el Señor, cada uno desde su posición, todo esfuerzo para afrontar la crisis ambiental, dejando atrás todas las diferencias y las pasiones que han separado a pueblos y naciones a lo largo de la historia. Particularmente los Estados desarrollados económicamente que abracen con comprensión y que contribuyan sin cuidado y desinteresadamente con toda ayuda económica y científica disponible con aquellas naciones que afrontan el hambre y se conmueven por guerras fraticidas. Recordemos que, el llamado despectivamente “Tercer Mundo”, es decir, aquellos Estados que se encuentran postergados en su desarrollo económico, no mantienen tan sólo una riqueza cultural sino también natural que es crítica para la salvación de todo nuestro planeta.
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