Quisiera que miraseis atentamente la foto que aparece arriba y me dijerais si lo que veis es o no es un ser humano.
La nueva ley del aborto que se está planteando en España es una monstruosidad ante la cual no podemos quedar indiferentes o volver la cara hacia otro lado como si la cosa no fuese con nosotros.
Si escribo estas líneas en el blog de la Parroquia es precisamente por la repercusión que está tomando esta monstruosidad que se pretende legalizar en nuestro país.
La ley propuesta por la ministra Aido, en concierto y sinfonía con las asociaciones feministas proabortistas, propone el aborto libre hasta la semana 21 de embarazo. Según ella se hace para garantizar la seguridad y libertad de los carniceros llamados “profesionales de salud” que mueven un negocio millonario con sus clinicas-carnicerias, y de las madres que por una u otra causa deciden matar a sus hijos en gestación. Añade algo insólito: el que las menores de 16 años puedan abortar sin necesidad del permiso paterno.
Cosas que hemos de recordar:
Lo primero es la llamada a la responsabilidad por parte de las parejas, de mujeres y hombres. Según lo que nos dice nuestra fe, las relaciones sexuales lícitas son las que se mantienen dentro del matrimonio en las que el esposo y la esposa se unen en máxima expresión del amor, de la misma manera que se une Cristo con su Iglesia. El fruto de esta unión amorosa son los hijos que han de recibirse con júbilo y responsablemente dentro de la familia que es el fundamento de la sociedad y la expresión doméstica de la Iglesia.
El desorden actual lleva a la inversión de esta realidad y nos encontramos con que los jóvenes realizan cada vez más pronto el acto sexual y las parejas conviven sin haber celebrado el Santo Misterio del Matrimonio. Estas uniones carecen de Gracia y de la bendición de Dios, más ello no quiere decir que si los hijos vienen no se deban recibir con la misma alegría y responsabilidad.
Es también necesario que si se produce el caso de que una hija se quede embarazada fuera del matrimonio los padres se acuerden del mandamiento de la caridad. Muchas jóvenes, mal aconsejadas, abortan por miedo a los padres e incluso se da el caso de padres que inducen al aborto de sus hijas por el que dirán, añadiendo pecado sobre pecado. Los padres no han de olvidar nunca que es su hija la que está embarazada y es su nieto el que lleva en su seno.
A los jóvenes se les ha de recordar cual es el valor de la sexualidad humana, y también se les ha de recordar que si se creen lo suficientemente mayores como para mantener relaciones sexuales, también han de asumir las responsabilidades que ello conlleva. Esto lo han de tener en cuenta tanto ellos como ellas, ya que muchas veces es el machismo de ellos lo que conduce al aborto por el hecho de querer mantener relaciones sexuales sin preservativo y muchas veces la mujer se siente abocada al aborto al no querer el hombre asumir las responsabilidades de la paternidad siendo él el que induce al asesinato del niño.
La Iglesia ha de acoger en todo momento a la mujer que se ha quedado embarazada, no ha de condenarla, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador. Ha de apoyarla en todo momento mostrándole las posibilidades que hay a parte del aborto. Nunca ha de encontrarse sola sino acompañada por aquellos con los que comparte su fe que, en vez de criticar, que es lo más fácil, han de saberse ponerse en su lugar.
Con respecto a aquellos que dudan de si hay un ser humano o no, recordarles que en este tema como en todos los de nuestra vida nuestra guía máxima es nuestra fe.
Desde el mismo momento de la concepción en el seno de la madre hay un ser humano completo, cuerpo y alma. Esta afirmación la hacemos pues creemos que en momento de la Encarnación del Logos preeterno de Dios en el seno de la Santísima Virgen María, estaba ya presente Cristo verdaderamente Hombre y verdaderamente Dios. Si negamos la afirmación de lo primero estaríamos negando también lo segundo.
Aún en el doloroso caso de la existencia de malformaciones hemos de tener en cuenta algo que es de capital importancia: SÓLO DIOS ES DUEÑO Y SEÑOR DE LA VIDA Y LA MUERTE. El hombre en ningún caso puede apoderarse de esto que sólo corresponde a Él, nuestro Creador. Ningún médico, ningún gobierno, ninguna ministra, ningún hombre o mujer puede decidir sobre la vida o la muerte ya que esto está únicamente en las manos de Dios.
Recordar a los cristianos ortodoxos las duras penas canónicas para aquellos que inducen al aborto, realizan el aborto o abortan. Ellos se separan automáticamente de la comunión con la Iglesia a la que solamente pueden volver tras un prolongado tiempo de penitencia.
Pidamos a Dios mientras celebramos la gran fiesta de la Vida que es la Santa Pascua que ilumine a los que nos gobiernan y sobre todo que aliente y de fuerza a la sociedad para oponerse y manifestar su oposición a esta nueva barbaridad.
No son tiempos fáciles los que nos toca vivir, pues lo que nos encontramos son precisamente con principios totalmente opuestos a los que presenta el Evangelio: rechazo a Cristo, al Evangelio, a la familia, a la vida… Hemos de pedirle al Señor Resucitado que se haga presente en nuestras vidas y que nos de fuerzas para poder testimoniar con ellas ante los hombres la fuerza de su amor.
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