Pocas son las veces en las que me siento a tomar un café fuera de la mesa de la cocina de casa bajo la atenta mirada de San Eufrosino que libra del fuego a las casas ortodoxas. Pero hay veces que por estar demasiado tiempo fuera por la mañana, preocupado en mil asuntos o intentando resolver otros mil, la tensión pide un poco de combustible para que el cuerpo siga funcionando.
Hace unos días realizaba una de estas paradas en un café del centro a la hora en que funcionarios, administrativos, empleados de banca y un largo etc. salen a almorzar de los cubículos en los que pasan gran parte de sus vidas.
No están las cosas para muchas alharacas y se notaba en el ambiente, en las caras, en el absorber hasta la última información sobre la crisis y demás desmanes que dan los múltiples periódicos puestos a la disposición de los parroquianos del local.
Una conversación atrajo mi atención. En la mesa de al lado un grupo de funcionarias de mediana edad, protestaban, no por la subida de la cesta de la compra, o del recibo de la luz, o del gas… Protestaban por la subida del precio del tratamiento anticelulítico en lo que parece ser una de las clínicas más selectas y frecuentadas de la ciudad. Indignadas totalmente, se quejaban de lo carísimas que están además las sesiones de rayos UVA, los masajes de drenaje linfático, los implantes de prótesis de silicona y los tratamientos “anti age”. ¡Dónde vamos a llegar! y lo peor de todo es que queda nada para poder lucir los modelitos de Purificación García y Oscar de la Renta recién adquiridos.
Unos días después, mientras intentaba que mi sobrino so se tirara del tobogán al revés, o sea primero la cabeza, y después los pies oía a unos vecinos mantener una conversación sobre las cuotas de gimnasio, la masificación de estas fechas cercanas al aligeramiento de ropa disimuladora de michelines indiscretos, de ejercicios en diversos aparatos por lo visto puestos allí después de haberlos sacados del museo de la Inquisición, depilaciones por láser y curiosamente, factor coincidente, las sesiones de rayos UVA.
Puestos ya, me lancé a la investigación de campo. Oídos atentos y en el Mercadona varias parejas coincidían en los comentarios: ¡Deja eso, que horror, cuantas calorías!; ¡De fajitas nada, una crudite y vas que te matas, obeso!; “Yogures 00, leche desnatada, mayonesa light, pan integral y lechuga hidropónica 100% biológica”. Me dieron ganas de invitar a algunos a que fueran a Campoamor, una vez cerrado el mercadillo, para ver como la gente recoge las frutas y verduras deterioradas sin importarles si son hidropónicas o criadas en tierra importada de la vega del Tigris.
La conclusión me vino ya después de ojear discretamente varias revistas al azar en el quiosco bajo la atenta mirada de la dependienta.
Obsesionados por el cuerpo mortal, nuestra sociedad ha descuidado totalmente el alma inmortal.
Vaya padre y para eso sirven los sociólogos, para decir obviedades? Pues con todo el dolor de mi corazón, en este caso, sí. Nada se presenta como obstáculo para poder conseguir el cuerpo perfecto. Si se tiene que dejar de comer para realizarse una operación de estética se hace, mucho mejor para la celulitis. No importa para nada que esos gastos superfluos se realicen sin tener en cuenta ni un mínimo de solidaridad con aquellos que han perdido el empleo, que no cobran paro, no pueden pagar la hipoteca y tienen que ir a comer al comedor de Cáritas para poder hacer frente a otros gastos con el dinero que se ahorran.
Preocupados en como lucirán este año el bañador de KK, no se dan cuenta de que sus almas están en estado preagónico, si no muertas del todo. Y de esto no se libra nadie, porque los ortodoxos llegados de sus países de origen ortodoxos, pronto caen en este juego de la sociedad occidental: ropa cara, coches de marca, joyas de diseño cuanto más aparatosas mejor… Se trastorna totalmente el sentido del domingo cristiano en el cual se asiste a la Liturgia, se come en familia. Se ha salido durante toda la noche, cómo se va a ir a la Iglesia el domingo por la mañana? Además el cura tiene la bendita manía de poner la Liturgia a las 9:30, casi cuando se acuestan!!!
Y muerta el alma, qué queda? Un cascarón vacío, maniquies andantes.
Nadie dice que no se tenga que cuidar la salud… Pero cómo descuidar el alma inmortal y preocuparse obsesivamente de el cuerpo que en definitiva será pasto de los gusanos?
Cuidemos nuestra alma inmortal con los ejercicios de la ascesis y la piedad; alimentémosla con las buenas obras, con la ayuda a los que nos necesitan, con la lectura de la Palabra de Dios; y sobre todo démosle el divino alimento del precioso Cuerpo y la vivificante Sangre de nuestro Señor.
Estoy contento por que alrededor de mis ojos hay eso que los cursis llaman “arrugas de expresión”. Eso es señal, como le dije un día a un amargado compulsivo, de que me río y soy feliz. Pero sobre todo, doy gracias de tener esas “arrugas de expresión” en el corazón. No hay nada mejor, por que son señal de una cosa: A pesar de los problemas de la vida diaria, de cientos de circunstancias, ese corazón sonríe agradecido porque Cristo ha resucitado.
Hace unos días realizaba una de estas paradas en un café del centro a la hora en que funcionarios, administrativos, empleados de banca y un largo etc. salen a almorzar de los cubículos en los que pasan gran parte de sus vidas.
No están las cosas para muchas alharacas y se notaba en el ambiente, en las caras, en el absorber hasta la última información sobre la crisis y demás desmanes que dan los múltiples periódicos puestos a la disposición de los parroquianos del local.
Una conversación atrajo mi atención. En la mesa de al lado un grupo de funcionarias de mediana edad, protestaban, no por la subida de la cesta de la compra, o del recibo de la luz, o del gas… Protestaban por la subida del precio del tratamiento anticelulítico en lo que parece ser una de las clínicas más selectas y frecuentadas de la ciudad. Indignadas totalmente, se quejaban de lo carísimas que están además las sesiones de rayos UVA, los masajes de drenaje linfático, los implantes de prótesis de silicona y los tratamientos “anti age”. ¡Dónde vamos a llegar! y lo peor de todo es que queda nada para poder lucir los modelitos de Purificación García y Oscar de la Renta recién adquiridos.
Unos días después, mientras intentaba que mi sobrino so se tirara del tobogán al revés, o sea primero la cabeza, y después los pies oía a unos vecinos mantener una conversación sobre las cuotas de gimnasio, la masificación de estas fechas cercanas al aligeramiento de ropa disimuladora de michelines indiscretos, de ejercicios en diversos aparatos por lo visto puestos allí después de haberlos sacados del museo de la Inquisición, depilaciones por láser y curiosamente, factor coincidente, las sesiones de rayos UVA.
Puestos ya, me lancé a la investigación de campo. Oídos atentos y en el Mercadona varias parejas coincidían en los comentarios: ¡Deja eso, que horror, cuantas calorías!; ¡De fajitas nada, una crudite y vas que te matas, obeso!; “Yogures 00, leche desnatada, mayonesa light, pan integral y lechuga hidropónica 100% biológica”. Me dieron ganas de invitar a algunos a que fueran a Campoamor, una vez cerrado el mercadillo, para ver como la gente recoge las frutas y verduras deterioradas sin importarles si son hidropónicas o criadas en tierra importada de la vega del Tigris.
La conclusión me vino ya después de ojear discretamente varias revistas al azar en el quiosco bajo la atenta mirada de la dependienta.
Obsesionados por el cuerpo mortal, nuestra sociedad ha descuidado totalmente el alma inmortal.
Vaya padre y para eso sirven los sociólogos, para decir obviedades? Pues con todo el dolor de mi corazón, en este caso, sí. Nada se presenta como obstáculo para poder conseguir el cuerpo perfecto. Si se tiene que dejar de comer para realizarse una operación de estética se hace, mucho mejor para la celulitis. No importa para nada que esos gastos superfluos se realicen sin tener en cuenta ni un mínimo de solidaridad con aquellos que han perdido el empleo, que no cobran paro, no pueden pagar la hipoteca y tienen que ir a comer al comedor de Cáritas para poder hacer frente a otros gastos con el dinero que se ahorran.
Preocupados en como lucirán este año el bañador de KK, no se dan cuenta de que sus almas están en estado preagónico, si no muertas del todo. Y de esto no se libra nadie, porque los ortodoxos llegados de sus países de origen ortodoxos, pronto caen en este juego de la sociedad occidental: ropa cara, coches de marca, joyas de diseño cuanto más aparatosas mejor… Se trastorna totalmente el sentido del domingo cristiano en el cual se asiste a la Liturgia, se come en familia. Se ha salido durante toda la noche, cómo se va a ir a la Iglesia el domingo por la mañana? Además el cura tiene la bendita manía de poner la Liturgia a las 9:30, casi cuando se acuestan!!!
Y muerta el alma, qué queda? Un cascarón vacío, maniquies andantes.
Nadie dice que no se tenga que cuidar la salud… Pero cómo descuidar el alma inmortal y preocuparse obsesivamente de el cuerpo que en definitiva será pasto de los gusanos?
Cuidemos nuestra alma inmortal con los ejercicios de la ascesis y la piedad; alimentémosla con las buenas obras, con la ayuda a los que nos necesitan, con la lectura de la Palabra de Dios; y sobre todo démosle el divino alimento del precioso Cuerpo y la vivificante Sangre de nuestro Señor.
Estoy contento por que alrededor de mis ojos hay eso que los cursis llaman “arrugas de expresión”. Eso es señal, como le dije un día a un amargado compulsivo, de que me río y soy feliz. Pero sobre todo, doy gracias de tener esas “arrugas de expresión” en el corazón. No hay nada mejor, por que son señal de una cosa: A pesar de los problemas de la vida diaria, de cientos de circunstancias, ese corazón sonríe agradecido porque Cristo ha resucitado.
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