miércoles, 24 de noviembre de 2021

ACATISTO AL GRAN MÁRTIR MERCURIO

 



Condaquio I

 Fuiste llamado por el Arcángel Miguel para confesar a Cristo y animándote, te dio una espada celestial; nosotros te alabamos, invencible defensor de los cristianos y, aunque pecadores te cantamos:

 ¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Icos I

 Tu vida fue como un árbol plantado junto a una fuente, que da fruto a su tiempo, pues de la raíz cristiana de la que brotaste, diste un fruto precioso a tu Señor y por eso te decimos.

 Alégrate, vencedor de Decio.

Alégrate, tú que no temiste las ordenes paganas.

Alégrate, pues Dios te dio una espada celestial.

Alégrate, valiente soldado de Cristo.

Alégrate, joya preciosa del cetro del Señor.

Alégrate, tú que respondiste a la llamada celestial.

Alégrate, vencedor de los demonios y anhelante de la vida angelical.

Alégrate, espada de la cristiandad, defensor de la Iglesia y triturador de Juliano el Apóstata.

Alégrate, siervo de Cristo y de su Madre;

Alégrate, fuente de la divina fragancia de la santidad.

Alégrate, bendición y curación de los que te ruegan.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio II

Queriendo destruir la cristiandad, el que odia las almas movió a Decio y a Valeriano, así como a los bárbaros, a la persecución de los cristianos. Siendo cristiano, escapaste como un pajarillo de la red del cazador pues Dios, por su ángel, te mandó una espada con la que segabas a los enemigos visibles e invisibles cantando a la Trinidad: ¡Aleluya!

Icos II

Con tu lucha defendiste al imperio de sus enemigos y seguiste siendo cristiano en secreto. Decio estaba asombrado de tu valentía y sabiduría y te colmó de honores haciéndote general de sus ejércitos, ignorando que por ti se manifestaba la Cristiandad victoriosa que te honra diciendo:

 Alégrate, amado soldado de Cristo;

Alégrate, compañero de los ángeles;

Alégrate, general de la milicia divina;

Alégrate, tú que has venido a Roma como consejero.

Alégrate, buena semilla salvada por el ángel de Cristo;

Alégrate, pues has escuchado al ángel y el consejo de tu padre Gordiano.

Alégrate, rama de la viña de Cristo;

Alégrate, cumplidor de la ley cristiana;

Alégrate, pues quisiste ser soldado del Rey celestial.

Alégrate, dotado con los dones divinos;

Alégrate, amante de la gloria de la Iglesia;

Alégrate, siervo que has multiplicado el talento que te dio el Maestro celestial.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio III

Grande fue tu aflicción al ver que te habías olvidado de dar gracias a Dios y el Arcángel te reprendió; te viste como una rama seca de un árbol verde, más de ti pronto brotó sangre y agua y con los ángeles cantaste: ¡Aleluya!

Icos III

Al ver tu apostura y gran inteligencia, Decio te hizo su consejero preferido y tú aceptaste ofreciendo a Dios, como un nuevo Daniel, un sacrificio incruento de acción de gracias y te honramos con nuestros cantos:

Alégrate, nuevo Daniel.

Alégrate, iluminado por Dios y protector de los soldados.

Alégrate, su defensor en las batallas.

Alégrate, benefactor de los cristianos y salvador en las guerras.

Alégrate, joven hermoso de alma venerable.

Alégrate, vencedor de los ídolos paganos.

Alégrate, mártir, discípulo y siervo de Cristo.

Alégrate, rama verde con frutos maduros del jardín celestial.

Alégrate, tú que has superado las maquinaciones de los demonios y los engaños de este mundo.

Alégrate, valiente confesor de la fe cristiana.

Alégrate, pues no te has avergonzado de la desnudez de la carne, como Adán en el Paraíso.

Alégrate, pues estabas revestido con la humildad de Cristo.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio IV

¿Quién podrá alabar tu paciencia, cuando tus adversarios te atacaron porque no adorabas a los ídolos con la intención de desprestigiarte ante el emperador terrenal? Más tu corazón alababa al Soberano eterno a quien cantabas: ¡Aleluya! 

Icos IV

Como en una cámara nupcial, estabas en la cárcel orando al Rey celestial, cuando el Arcángel de Dios Miguel se te apareció de nuevo para reconfortarte y con él te cantamos:

Alégrate, tú que hablas con los ángeles y nos fortaleces en nuestras angustias.

Alégrate, pues has ganado la audacia de rogar al Señor por nosotros.

Alégrate, portador de la Cruz y de los sufrimientos de Cristo.

Alégrate, tú que, deseando sufrir por Él, has sido injustamente condenado.

Alégrate, tú que has sido martirizado por tu fe.

Alégrate, pues llevas el nombre del corazón y hablas con los ángeles.

Alégrate, bendición de los que luchan por la justicia.

Alégrate, gozo y victoria de los que son tentados.

Alégrate, pues has contemplado en esta tierra las realidades celestiales.

Alégrate, defensor, alegría y victoria de los soldados.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo. 

Condaquio V

Tú que contemplaste las realidades celestiales y hablaste con los ángeles, ruega a Cristo, el Rey celestial que nos ayude a renunciar a lo perecedero y elegir lo eterno para que también nosotros lleguemos a morar junto a los ángeles y cantar junto a ellos: ¡Aleluya!

Icos V

El que te eligió, conocía la virilidad con la que lo confesarías y rechazarías todos los honores mundanos para poder servirle junto a los ejércitos celestiales y te nos dio como intercesor, defensor y protector en todas las dificultades de nuestra vida; nosotros con gratitud te decimos:

Alégrate, hijo de Gordiano y rama florida de Cristo.

Alégrate, alabanza y exaltación de los escitas y romanos.

Alégrate, hijo de soldado cristiano y lanza del espíritu.

Alégrate, tú que sirves junto a él en el ejército de los mártires.

Alégrate, ángel terrenal y soldado de la milicia angelical.

Alégrate, ciudadano de la Jerusalén celestial.

Alégrate, candelero de oro de la Iglesia del Señor.

Alégrate, maestro del consejo y la sabiduría de la verdadera victoria.

Alégrate, tú que has viajado al cielo como los Magos al pesebre donde nació Cristo.

Alégrate, modelo y ejemplo para los soldados cristianos.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio VI

El Creador de los ángeles y Señor de los Poderes celestiales te concedió abundantes dones y el tirano y enemigo de tu alma se maravilló de tu hermosura, más no supo cantar contigo a Dios: ¡Aleluya! 

Icos VI

Como un águila, volaste con las alas del anhelo divino y buscando al que amaba tu alma te has armado con la espada de la fe y el escudo de la justicia enfrentándote a los martirios que te habían preparado. Concédenos tu paciencia, oh San Mercurio, en medio de las tentaciones que nos rodean, para vernos libres de las garras del maligno y darte gracias diciendo:

Alégrate, valiente soldado que canta con los ángeles.

Alégrate, tú que fuiste colgado desnudo de cuatro palos

Alégrate, pues los ángeles te han ayudado y fortalecido;

Alégrate, pues no flaqueó tu alma que contemplaba a los catorce mil niños asesinados por Herodes;

Alégrate, pues la estrella de los Magos de Oriente brilló en tu corazón y en tu alma, llenándote de alegría;

Alégrate, mago de los ejércitos romanos y pastor espiritual de los soldados.

Alégrate, tú que manejas la espada celestial y tienes el corazón lleno de amor a Cristo.

Alégrate, protector divino de la vida cristiana frente a la ignorancia de los paganos

Alégrate, pues tu rostro resplandece con la vivificante Luz divina.

Alégrate, humilde siervo del Redentor.

Alégrate, pues todos se maravillaron con el resplandor de tu rostro.

Alégrate, hermoso amanecer en la noche de la incredulidad.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio VII

Más muerto que vivo, agradecías a Cristo la paciencia que te concedió y le agradeciste que te enviara la visita de su Arcángel para reconfortante. Tú en medio de ellos pensabas en los ángeles que cantaron al Divino Infante y que llevaron la noticia de su encarnación y nacimiento a los hombres a los que invitaron a cantar en la tierra, como e canta en el cielo: ¡Aleluya!

Icos VII

Tu sangre pura brotó de tus heridas como un arroyo y apagó el fuego donde rezabas a Cristo como un niño pensando en Raquel llorando por sus hijos sin querer ser consolada porque habían muerto. Te pedimos, oh Mártir San Mercurio que seas consuelo y fortaleza de los afligidos y agobiados por las penurias de esta vida y que, cargando con su cruz, te cantan:

Alégrate, nuevo Abel, pues has derramado tu sangre sobre el altar del martirio;

Alégrate, corazón de fuego que quema los pensamientos impuros.

Alégrate, tú que ahogaste a Belial en el Jordán de tu sangre.

Alégrate pues, aunque te rompieron las piernas, corriste más vigorosamente hacia la adquisición de lo celestial.

Alégrate, pues todos tus amigos te han abandonado porque eras amigo de Cristo.

Alégrate, tú que fuiste echado en la cárcel como en un sepulcro y resucitarás con los justos en el último día;

Alégrate, pues el Arcángel celestial te ha vuelto a visitar y te ha dicho:

Alégrate, amado por Dios, y Paz a ti, Mártir sufriente.

Alégrate, pues por tu fe han sanado todas las heridas de tu cuerpo.

Alégrate, tú que has sanado avergonzando a los paganos;

Alégrate, pues los tormentos aquilataron tu fe.

Alégrate, tú que no temiste a los que matan el cuerpo, sino el alma.

Alégrate, tú que no serviste a dos señores, sino sólo al Rey celestial.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio VIII

Bendito eres, glorioso Mártir pues Dios te ha hecho digno de confesarlo y de derrotar a Decio avergonzando a los demonios e iluminando a todos con tu santa pasión y tu vida pura. En el día del juicio, cuando obtengamos nuestra recompensa según nuestras obras, se nuestro intercesor ante Aquél a quien has confesado y así podamos cantar:

Alégrate, pues, aunque Decio sabía que servías al Dios Viviente, no creyó Él.

Alégrate, pues obraste según creías.

Alégrate, pues conociendo la astucia del diablo, recibiste el don del discernimiento de los espíritus;

Alégrate, porque has creído firmemente que si morías por tu fe resucitarás con Cristo.

Alégrate, pues por los golpes que recibiste en tu cuerpo, derrotaste los ejércitos de los demonios.

Alégrate, pues siendo quemado con fuego, hiciste arder con tu humildad y amor al que una vez engañó a Eva.

Alégrate, amante de los querubines y de la sabiduría de los serafines.

Alégrate, pues refrenando tu cuerpo, dominaste las pasiones.

Alégrate, tú que estás lleno de amor, obediencia y sabiduría.

Alégrate, iniciado en el camino del reino de los cielos

Alégrate, tú que te ofreciste como sacrificio sobre el altar del santo amor;

Alégrate, tú que en silencio habitaste en el corazón de Cristo.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio IX

 

Los ángeles y los hombres no pueden describir tu paciencia, oh San Mercurio, en medio de los terribles tormentos que sufriste, más en medio de ellos, sólo pensabas en la Cruz de Cristo de donde obtuviste fuerza, paciencia y consuelo. La Santa Cruz fue tu arma y escalera para subir al cielo, el tesoro inagotable de los que la veneran y cantan: ¡Aleluya!

Icos IX

Oh San Mercurio, Tu paciencia en medio de los tormentos asombró a todos, pues no conocían el amor que ardía en tu corazón y que era tu alivio en los dolores, ni vieron a los ángeles a tu alrededor, ni sus corazones latían como el tuyo viendo al Dios Viviente a quien adorabas. Nosotros, conociéndolo te alabamos diciendo:

Alégrate, pues por tu fe y obras sin mancha subiste al cielo.

Alégrate pues por tu oración y tu humildad fuiste como un ermitaño en tu corazón.

Alégrate, soldado celestial y creyente fiel.

Alégrate, tesorero de los misterios de Cristo.

Alégrate, pues fuiste quemado con fuego y golpeado con flagelos de bronce.

Alégrate, tú que has sido santificado por el amor de Dios.

Alégrate, portador del buen olor de Cristo.

Alégrate, pues se te ha dado el don del sufrimiento por tu firme corazón.

Alégrate, tú que deseas la salvación de todos los hombres

Alégrate, tú que oraste por los que te atormentaban.

Alégrate, tú que no recompensaste el mal con el mal.

Alégrate, tú que te preparaste con gozo para la salvación de tu alma.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio X

Con que cánticos te alabaremos, oh glorioso Mártir, pues de tu boca no ha salido ni un suspiro, sino que como un cordero que voluntariamente se sacrifica a Cristo, te has hecho digno de sus dones divinos y del Reino de los Cielos desde donde enseñas a cantar a los que recuerdan con amor tu memoria: ¡Aleluya! 

Icos X

Que resuenen los cantos divinos, y saltemos de gozo en la fiesta del Mártir Mercurio, pues para el los martirios son un deleite más dulce que la miel y los panales y la muerte es hermosa fragancia. Los ángeles junto a nosotros forman una cohorte de honor que te canta:

Alégrate, mártir de alma incorrupta, ornado con el manto purpureo de tu sangre.

Alégrate, pues te han colgado boca abajo con una piedra atada al cuello;

Alégrate, tú que has sido flagelado con los terribles escorpiones.

Alégrate, tú que no has murmurado contra Dios por tu sufrimiento.

Alégrate, tú que le diste gracias por hacerlo digno de sufrir por Él y su santo Nombre.

Alégrate, porque ni siquiera con estos tormentos te vencieron, sino que te regocijaste en ellos.

Alégrate, pues al final te condenaron a morir bajo la espada.

Alégrate, tú que fuiste a Capadocia para dejar allí tu cuerpo martirizado.

Alégrate, tú que has sido atado sobre una bestia.

Alégrate, pues como tu Maestro, llevaste tu cruz hasta el final.

Alégrate, pues así prefiguraste tu entrada a la Jerusalén celestial.

Alégrate, tú que has caído bajo el peso de la cruz, pero has permanecido sin ser vencido por los enemigos visibles e invisibles.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio XI

De camino a Capadocia los soldados se detuvieron en Cesarea, y allí, oh glorioso Mártir, se te apareció Cristo y con voz inefable te llamó a las moradas celestiales, prometiéndote el descanso eterno y la corona de la victoria y tú le cantaste: ¡Aleluya!

Icos XI

Sometiste tu alma a Cristo y deseando su bendición, le entregaste tu amor y obediencia. Humilde y lleno de pureza, volaste al cielo donde has sido recompensado por el Altísimo y nosotros, junto a las huestes celestiales, te decimos:

Alégrate, porque Cristo te ha hecho reposar en el seno del Padre.

Alégrate, tú que has elegido y guardado la fe.

Alégrate, porque te cortaron la cabeza con la espada en Cesarea de Capadocia.

Alégrate, porque este fue elegido para terminar con el Gólgota de tu vida.

Alégrate, pues has dicho a los soldados que se detengan y hagan lo que se les había ordenado.

Alégrate, pues les has prometido el arrepentimiento y el don de Cristo.

Alégrate, pues ha brotado de tu cuerpo fragancia de mirra e incienso.

Alégrate, porque por este milagro muchos han creído en Cristo.

Alégrate, pues tu santo cuerpo fue puesto en un lugar de honor.

Alégrate, pues a través de él se nos conceden curaciones de cuerpo y alma desde entonces hasta hoy.

Alégrate, tú que siempre has defendido tu ciudad de los enemigos visibles e invisibles.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio XII

Cuando los habitantes de Cesarea vieron los innumerables milagros que realizaban tus santas reliquias, construyeron una iglesia para albergarlas y tu icono fue puesto junto al de la Madre de Dios a quien venerabas con amor. Uniéndome a ellos, canto al que te glorifico: ¡Aleluya!

Icos XII

No sólo tus reliquias obraban milagros, sino también tu santo icono, porque reinando Juliano el Apóstata, después de un periodo de paz para la Iglesia, la persiguió, y tú, escuchando la oración de San Basilio el Grande, oh Soldado de Cristo, lo derribaste y venciste por lo que te decimos:

Alégrate, pues San Basilio el Grande pidió a la Madre de Dios que aplastara al apóstata.

Alégrate, pues vio como tu imagen desaparecía del icono.

Alégrate, pues pronto reapareciste con la lanza ensangrentada.

Alégrate, pues en ese momento Juliano moría lanceado en el campo de batalla por un soldado desconocido.

Alégrate, de que el apóstata arrojara su sangre al cielo reconociendo la victoria de Cristo.

Alégrate, pues todo esto le fue revelado al Santo Jerarca, que dio gracias a la Madre de Dios y a ti, Santo Mártir Mercurio.

Alégrate, pues ninguno de los guerreros te conocía.

Alégrate, tú, por quien el cristianismo ha sido defendido y protegido.

Alégrate, ayudante de los soldados y creyentes.

Alégrate, tú que obras milagros ayudando a todos los oprimidos injustamente.

Alégrate, pues la Madre de Dios alegra a los fieles que con amor celebramos tu santa memoria.

Alégrate, pues por ti Dios restaura la paz y la armonía del entendimiento entre los hombres y defiende el cristianismo.

¡Alégrate, oh Gran Mártir Mercurio, soldado invicto de Cristo!

Condaquio XIII

Oh glorioso mártir San Mercurio, soldado elegido de Cristo, escucha las oraciones de los agobiados por las necesidades y ven en nuestra ayuda; defiéndenos de los enemigos visibles e invisibles y haznos dignos del Reino de los cielos para que contigo y los ejércitos celestiales cantemos a Dios: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Y el icos y el condaquio I


Tropario, tono 4º

Tu mártir Mercurio, oh Señor, por sus padecimientos ha recibido de ti la corona inmarcesible, pues con tu poder ha derrotado a los tiranos, y ha vencido los ataques de los demonios. Por su intercesión, oh Dios, salva nuestras almas.

Oración a San Mercurio

Te damos gracias, oh San Mercurio, por los beneficios que Dios derrama sobre nosotros por tu intercesión. No somos dignos de contemplar tu Santo Icono que derrama sobre nosotros, pecadores, la abundancia de los dones de Dios. Protege con tu santa espada la fe ortodoxa, a nuestra Santa Iglesia y a los fieles cristianos de las embestidas de los enemigos visibles e invisibles, pues tú eres nuestra gloria y nuestra fuerza. Auxílianos para que no perezcamos sometidos bajo las penalidades de esta vida y ruega a Dios para que podamos llevar nuestra cruz hasta el final. Ayuda a los agobiados, como el Salvador te ayudó a ti. Concede la victoria a los ejércitos cristianos; guarda en la unidad a la Santa Iglesia librándonos de las herejías y cismas; ilumina a todos los hombres de la Tierra y condúcelos a la salvación e iluminación y danos la salud del cuerpo y el alma. A todos los que trabajan en la tierra, en el mar, en el aire y en las profundidades, por tus oraciones concédeles todo lo necesario para sus almas y cuerpos y la liberación de todas sus dificultades y necesidades. Ayuda a los que luchan por la justicia, por los que han sido desterrados injustamente y no permitas que perdamos nuestra humanidad. Y a los que celebramos con fe tu santa memoria, te pedimos que intercedas por nosotros ante Dios y su Santísima Madre, se nuestro intercesor en nuestra última hora para que podamos entrar en el Reino de los Cielos y regocijarnos contigo y todos los ejércitos celestiales que continuamente alaban al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, Trinidad consubstancial e indivisible por los siglos de los siglos. Amén. 


Traducido del rumano por el P Hm Nicolás (Vera)



No hay comentarios: