viernes, 19 de noviembre de 2021

Las ocho pasiones de las que brota toda la maldad



Hay ocho pasiones de las que brota toda la maldad: el cuidado del vientre, la fornicación, el amor al dinero, la ira, la tristeza duradera e injustificada, la pereza, la vanagloria y el orgullo. Los demonios que las acompañan, luchan continuamente por la perdición de los hombres.

Si quieres vencer el cuidado del vientre, tendrás que usar la moderación en todo y el temor del Señor. Todos los alimentos que tanto tiempo tardas en preparar y presentar, que especias y condimentas, que gustas de poner en vajillas caras y sobre hermosos manteles, termina saliendo maloliente de ti y no pocos de ellos son causa de enfermedades y recuerda tú que los has comido, con gran temor de Dios, que terminarás como ellos, maloliente en un sepulcro, descompuesto y siendo comida de gusanos.

Si quieres vencer la fornicación, utiliza las armas del ayuno y la vigilancia, recuerda que has de morir y cuida todo lo que entra por tus ojos y oídos; la gula es la puerta abierta por la que entra la fornicación y las demás pasiones por lo que lucha contra ella con el ayuno y vencerás la pasión que quema tu corazón; ama poco el blando lecho y mucho la metanoia; y sobre todo cuida todo aquello que ves y miras, las palabras y músicas que escuchas, pues aunque hayan pasado mucho tiempo, lo que viste u oíste, será la mecha que te haga arder en el momento de la tentación y no digas nunca: “pasó para mí el tiempo” pues grandes santos fueron tentados con este fuego en el momento de su muerte.

Si quieres vencer el amor al dinero, utiliza el arma de la pobreza y la sencillez; contempla a Cristo que siendo Dios, Creador y soberano del universo se hizo hombre como nosotros; contempla su nacimiento, no en un palacio aún siendo el Rey de la gloria, sino en una cueva y piensa que en el momento de la muerte no podrás llevarte nada de lo que tienes por lo que atesora en el cielo el capital de las buenas obras.

Si quieres vencer la ira, obtén las armas de la mansedumbre y la bondad; recuerda a Cristo en su pasión salvadora pues con un solo movimiento de su mano, hubiera podido destruir a los que los apresaron juzgaron y atormentaron; con un solo dedo hubiera podido destruir Jerusalén y hundir el poder del Imperio Romano, más para vencer a la muerte y al pecado se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz y murió perdonando a los que lo habían llevado a la muerte.

Si quieres superar la tristeza, nunca te preocupes de las cosas temporales; lo que hoy tenemos, mañana ha huido, personas, posesiones, dignidades… que nada ni nadie pueda afligirte ni causar preocupación. Eleva tus ojos al cielo y tu alma a tu Salvador, que murió y con su muerte ha vencido a la muerte. Sólo el pecado ha de producir en ti tristeza y aún ha así no ha de ser una tristeza definitiva pues esta se vence con el arma del arrepentimiento que llena el alma de alegría.

La acedía, la pereza espiritual es la que verdaderamente mata el alma y contra ella se debe usar el arma de la oración continua. Las lecturas de las vidas de los Santos y los escritos de los Santos Padres son el combustible que mueve nuestra alma y mueve nuestro deseo de oración y amor y diligencia en los trabajos espirituales.

Si quieres vencer el orgullo, hagas lo que hagas, no digas que lo has hecho. La mejor arma para vencerlo es mantener la boca cerrada y tener siempre presente que hagamos lo que hagamos siempre es posible por la ayuda de Dios. No busques tu gloria, sino da gloria a Dios con tu vida siempre y en todo momento.

 

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