miércoles, 17 de noviembre de 2021

De lo que nunca necesitas hablar.

 

 



Uno de los principales problemas que padece nuestra sociedad y por lo tanto los cristianos, es la incontinencia verbal, esto es, la incapacidad de permanecer callados. Parloteamos continuamente, sobre todo, opinamos sobre todo y sabemos de todo. Nuestra vida es como una casa sin ventanas ni puertas en la que todo es manifiesto. Pero si esto es así, no sólo se ve lo que hay dentro de la casa, sino que, al carecer de ventanas y puertas, toda clase de basura y suciedad entra en ella y al mismo tiempo, estamos expuestos a todos los enemigos visibles e invisibles como una ciudad sin murallas.

 Así mismo, el demonio, que no es omnisciente como Dios, al igual que los enemigos envidiosos, reciben de nosotros toda clase de información para realizar sus maldades.

He aquí, algunas cosas de las que no hemos de hablar con nadie más que con Dios. Cerrar la boca, medir las palabras, y el santo y prudente silencio, es una de las grandes defensas espirituales para nuestra vida.

No hables y mantén en secreto tus planes a largo plazo. Ten la boca cerrada hasta que se vean realizados. Nuestras ideas no son perfectas y la mayor parte de las veces tienen grandes debilidades por lo que pueden ser fácilmente destruidas.

No hables de lo bueno que haces con el prójimo ni de tu caridad con los demás. Cuando hacemos una buena acción, ésta debe protegerse como la niña de tus ojos. No te alabes a ti mismo pues esto te conduce al orgullo que se llevará todo el bien que has hecho: “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda” nos dice el Señor en su Evangelio.

Tampoco airees a los cuatro vientos tus prácticas ascéticas, tu ayuno, la agripnia… La parte física del ascetismo es buena si tiene como origen la ascesis del alma.

No te enorgullezcas de tus logros físicos y mundanos. Estos son visibles y traen consigo la alabanza y el premio, más no son nada en comparación con los logros espirituales.

De lo que nunca se debe hablar es del conocimiento espiritual, pues conduce al ensoberbecimiento de aquél que lo hace. Son muchos los que cuando habla un padre espiritual, interrumpen continuamente para manifestar ante los demás aquello que saben. La actitud del que tiene un verdadero conocimiento espiritual es la del silencio y la escucha atenta.

Nunca se ha de hablar con los demás sobre los conflictos domésticos y su vida familiar en general. Cuanto menos hables de los problemas de tu familia, más fuerte y estable será.

De lo que nunca merece la pena hablar es de las malas palabras que se escuchan de los demás. Cuando caminas por la calle puedes ensuciarte los zapatos y… ensuciarte el alma. El que llega a su casa y dice todo lo que escuchó en la calle, no es diferente del que llegó a su casa y no se quitó los zapatos sucios.

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