miércoles, 2 de noviembre de 2022

ALIMENTO PARA EL ALMA

 

2 de noviembre

Lucas 8, 22-25

 

En aquel tiempo Jesús subió con sus discípulos a una barca, y les dijo: Pasemos a la otra orilla del lago. Y se dieron a la mar. Mientras navegaban, se durmió. Vino sobre el lago una tormenta con viento fuerte, y el agua que entraba los ponía en peligro. Acercándose a Él, le despertaron diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertó Él e increpó al viento y al oleaje del agua, que se aquietaron, haciéndose la calma. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Llenos de pasmo, se admiraban y se decían unos a otros: Pero ¿quién es éste, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?

 

San Gregorio de Nisa, Sobre la educación religiosa, cap. XXV.

Así como aquéllos que se han extraviado en las vueltas de un laberinto y no saben cómo salir de él si no siguen a quien lo conoce y siguen sus pasos hasta que están fuera, y si no lo siguen, no podrán salir de él de ninguna manera, imaginemos también esta vida como un laberinto, a través del cual el hombre no puede pasar y del cual sólo podemos salir si seguimos de cerca el camino por el que escapó Aquél que escapó de esta prisión".

 

San Basilio el Grande, Homilías sobre los Salmos, Homilía sobre el Salmo XLVIII, I.

Algunos de los forasteros (filósofos paganos) deliraron sobre el propósito de la vida humana y llegaron a diferentes opiniones sobre su propósito. Algunos han afirmado que la meta de la vida es el conocimiento; otros que es la creación; otros que es para usar de otra manera la vida y el cuerpo; y los que son como los que pastan (los irracionales) han afirmado que el propósito de la vida es el placer. Para nosotros, la meta de la vida, por la cual hacemos todo y hacia la cual nos apresuramos, es vivir felices en la era que será. Y esto se cumplirá cuando Dios reine sobre nosotros. La naturaleza racional ni siquiera podría pensar en algo mejor que esto.

 

San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la creación, homilía XXXV, VII.

Toda esta vida es una imagen y un engaño, indistinguible de los sueños. Por eso el bienaventurado Pablo dijo en su epístola: ¡La apariencia de este mundo pasa! (I Corintios 7, 31), mostrando que cada una de las cosas humanas es sólo una imagen, pasa como una sombra y un sueño, no tiene nada real y duradero. ¿No sería tener mente de niño, ser iluminado por las sombras, jactarse de sueños y pegar el corazón a los que al poco tiempo perecen? ¡Pase la faz de este mundo! Cuando escuchas que está pasando, ¿por qué sigues buscándolo? Cuando oyes que todas las cosas humanas son sólo una apariencia, desprovistas de toda realidad, ¿por qué te dejas engañar voluntariamente, por qué no piensas que son fácilmente cambiantes e inciertas, por qué no te hacen pasar por ellas y encediendo el deseo de lo eterno?

 

San Ambrosio de Milán, Cartas, carta VII, 2.

La fe es la dracma que, como leemos en el Evangelio, al perderla, aquella mujer la buscó con la vela y revolvió su casa por ella, y si la encontraba, llamaba a sus vecinos y amigos para que se alegraran con ella por haber encontrado la dracma que había perdido (Lc 15, 8-9). Grande es el daño al alma si alguien ha perdido la fe, o el amor del Señor, que ganó con el precio de la fe.

 

San Teófilo de Antioquía, Tres cartas a Autolycus, Primer libro, VIII.

¿No sabéis que la fe precede a todo lo que hace el hombre? ¿Qué hombre que ara puede segar, a menos que primero crea en la tierra en la que siembra? ¿O quién puede viajar por el mar, si primero no cree en el barco y en el capitán del barco? ¿Qué enfermo puede curarse, si no cree primero en el médico? ¿Quién puede aprender un oficio o una ciencia, si antes no se entrega al maestro y cree en él? Por tanto, si el labrador cree en la tierra, si el que va por mar cree en el barco, si el enfermo cree en el médico, ¿por qué no quieres creer en Dios, cuando tienes tantas garantías de Él?

 

San Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de San Juan, Libro XI, Cap. 5.

Pero cuando decimos fe, nos referimos al verdadero conocimiento de Dios, y nada más. Por lo tanto, el conocimiento es por la fe. El profeta Isaías dará testimonio de esto: Si no creéis, no entenderéis (Isaías 7, 9). Y que un conocimiento que consiste en una simple teoría es declarado inútil por los escritos de los Santos (de las Escrituras), también se puede entender de lo siguiente. Dijo uno de los Santos discípulos: ¿Crees que uno es Dios? lo estás haciendo bien; pero también los demonios creen y tiemblan (Jacob 2, 19). Entonces, ¿qué les diremos a estos? Entonces, ¿cómo lo probará Cristo, diciendo que tener vida eterna significa conocer al único y verdadero Dios y, junto con Él, al Hijo? Considero que debemos decir de la palabra del Salvador que es totalmente cierta, porque el conocimiento es vida.

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