lunes, 3 de octubre de 2022

ALIMENTO PARA EL ALMA

3 de octubre
Marcos 10, 46-52
En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino y pedía limosna. Y al oír que era Jesús de Nazaret, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! Y muchos lo regañaron para que se callara; pero gritó mucho más fuerte: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! Y Jesús, deteniéndose, dijo: ¡Llámalo! Y llamaron al ciego, diciéndole: ¡Ánimo, levántate! Él te está llamando. Y el ciego, tirando su manto, se levantó de un salto y se acercó a Jesús. Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que haga por ti? Y el ciego le respondió: Maestro, déjame ver de nuevo. Entonces Jesús le dijo: ¡Ve, tu fe te ha salvado! Y al instante vio a Jesús y seguía a Jesús por el camino".
La fe nos revela lo que no se ve
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Creación, homilía LXIII, V
Entonces tenemos fe, cuando no nos limitamos sólo a los ojos del cuerpo, sino que vemos con los ojos del alma lo que no se ve. Especialmente aquello que vemos con los ojos del alma debemos considerarlo más digno de fe que aquello que vemos con los ojos del cuerpo.
San Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de San Juan, Libro XI, Cap. 5.
Cuando decimos fe, nos referimos al verdadero conocimiento de Dios, y nada más. Por lo tanto, el conocimiento es por la fe. El profeta Isaías dará testimonio de esto: Si no creéis, no entenderéis (Isaías 7, 9). Y que un conocimiento que consiste en una simple teoría es declarado inútil por los escritos de los Santos (de las Escrituras), también puedes entenderlo de lo siguiente. Dijo uno de los Santos Discípulos: ¿Crees que uno es Dios? Lo estás haciendo bien; pero también los demonios creen y tiemblan (Jacob 2, 19). Entonces, ¿qué les diremos a estos? ¿Cómo, pues, será veraz Cristo al decir que tener la vida eterna es conocer al Dios único y verdadero y, junto con Él, al Hijo? Considero que debemos decir de la palabra del Salvador que es ciertamente cierta, porque el conocimiento es vida.
¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!
Un Padre santo dice:
El nombre del Hijo de Dios es grande e ilimitado y sostiene todo el universo”, afirma el Pastor de Hermas, y no apreciaremos el papel de la Oración de Jesús en la espiritualidad ortodoxa sin conocer el poder y el don del nombre divino. Si la Oración de Jesús es superior a otras invocaciones, es porque contiene el nombre de Dios.
El nombre es poder, pero una repetición puramente mecánica no tendrá ningún efecto por sí misma. La Oración de Jesús no es un talismán mágico. Como en todos los actos sacramentales, la persona humana está llamada a colaborar con Dios mediante la fe activa y el esfuerzo ascético. Estamos llamados a pronunciar su nombre con quietud y sobriedad interior, cerrando nuestros pensamientos en las palabras de la oración, sabiendo quién es Aquél a quien nos dirigimos y quién responde en nuestro corazón. Una oración tan ardiente no es fácil desde el principio y es descrita por los Padres como un martirio interior.
San Gregorio el Sinaí habla repetidamente del "moderamiento y el trabajo" que asumen los que siguen el camino del nombre de Jesús: se requiere "un esfuerzo continuo"; serán tentados al levantarse pronto, y serán atacados por la pereza causada por el dolor del trabajo y por el grito comprensivo de la mente y por el toque del alma. Sólo a través de tal fidelidad descubriremos el poder del nombre de Jesús.
Esta perseverancia fiel se manifiesta sobre todo en la repetición frecuente y atenta. Cristo les dice a los discípulos que no hablen mucho, como el "mucho hablar" de los gentiles (Mateo 6, 7), pero la repetición de la Oración de Jesús, cuando se hace con sinceridad interior y concentración, da un fruto inmenso.

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