24 de octubre de 2022
Lucas 6, 24-30
En aquel tiempo, dijo el Señor a los judíos que habían
venido a Él: ¡Ay de vosotros, ricos, que buscáis vuestro consuelo en la tierra!
¡Ay de vosotros que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de
ustedes que reís hoy, porque lloraréis y os lamentaréis! ¡Ay de vosotros,
cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Porque lo mismo hicieron sus
padres con los falsos profetas. Y a vosotros que escucháis, os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os
maldicen, orad por los que os afligen. Al que te hiera en la mejilla, vuélvele
también la otra; al que te quita la túnica, no le impidas que también te quite
la camisa; a quien te pida, dale; y al que toma tus cosas, no le pidas que te
las devuelva.
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Creación, Homilía L,
II.
Dime, ¿por qué nos enloquecemos con la codicia del dinero,
cuando el reino de los cielos y esas bendiciones inefables están delante de
nosotros? ¿Por qué preferimos las cosas temporales, esas que muchas veces no se
quedan con nosotros hasta la noche, en lugar de las eternas, que siempre se
quedan con nosotros? ¿Puede haber mayor locura que ésta, privarnos de los
bienes eternos por el deseo temporal, y no poder disfrutar plenamente de las
riquezas? Dime, por favor, ¿de qué te sirve una gran riqueza? ¿No sabes que la
suma de esta riqueza no trae más que un caos de preocupaciones, molestias y
vigilias? ¿No ves que estos, que están rodeados de muchas riquezas, son más que
todos los hombres, por así decir, esclavos, y que temen a las sombras todos los
días? La riqueza da lugar a intrigas, a enemigos, a terribles envidias y a
miles y miles de males. A menudo se puede ver al que tiene innumerables
talentos de oro bendiciendo al artesano que se gana la comida con el trabajo de
sus manos. ¿Dónde está la alegría, la ganancia, cuando ni siquiera disfrutamos
de las riquezas que tenemos, sino que perdemos bienes mayores por amor al
dinero? Pero ¿por qué hablo de mayores bienes, cuando además de los males aquí,
además de la pérdida de los bienes allá, somos arrojados a la Gehena? Ya no cuento
los miles y miles de pecados juntados con las riquezas, las trampas, las
calumnias, los secuestros, las codicias. Pero incluso si te deshicieras de
todos estos pecados, algo muy, muy difícil, si, sin embargo, sólo usas el
dinero y las posesiones para tu placer y no los das abundantemente a los
necesitados, el fuego de Gehenna todavía te rozará. ¿Dónde está la alegría, la
ganancia, cuando ni siquiera disfrutamos de las riquezas que tenemos, sino que
perdemos bienes mayores por amor al dinero?
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Creación, Homilía.
XLVIII, II.
Nuestra vida no está limitada aquí en la tierra, ni
estaremos siempre en esta tierra extranjera, aino que regresaremos a nuestra
patria. Hagamos lo necesario para que no seamos pobres allí. ¿De qué sirve
dejar mucha riqueza en un país extranjero y no tener ni siquiera lo necesario
en nuestro país? Apresurémonos, por favor, mientras todavía hay tiempo para
trasladar allí las riquezas del país extranjero".
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