Antes de ir a confesarse, los fieles deben orar a Dios con arrepentimiento y lágrimas, para que les
conceda la humildad, una confesión limpia y el perdón, y que le dé al sacerdote
sabiduría y una palabra de instrucción, para poder sanar las heridas dejadas
por pecado y guiarlos por el camino de
la salvación .
Luego, los fieles están obligados a anotar en silencio sus pecados, cometidos desde su última confesión, que deben leer con humildad y dolor de corazón, sentados de rodillas, frente al sacerdote, como si estuvieran ante el mismo Cristo. Finalmente, el sacerdote le pregunta sobre algunos pecados, luego les fija un canon de acuerdo con sus fuerzas y los absuelve, si prometen dejar los pecados cometidos y cumplir el canon dado.
Archimandrita Ioanichie Bălan, Orden de la Sagrada Confesión
y la Sagrada Comunión, Editorial del Monasterio de Sihăstria, 2010, p. 11
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